lunes, 6 de diciembre de 2010

A propósito de las votaciones

Muchos me preguntan por qué sufragar en una tierra lejana, de dónde ya no eres parte. Votar por alguién es velar por tu futuro y el de tus descendientes, ¡no es un juego!, alegan otros. Tienes razón, confirmo cabizbaja, pero con el corazón contento, porque sé que una vez más regresaré al lugar que me vio y me formó. Un pequeño rincón olvidado del vasto mundo del Turismo, llamado Churín. Unos lindos padres que con reniegos y quejas, a mis 23 años, me restringen las salidas nocturnas en aquel lugar. Dicen que las calles se han vuelto peligrosas, ya la inocencia de la gente está corrompida. Sin embargo para mí siempre serán mis amigos, mis colegas, que a escondidas cometíamos las travesuras más pecaminosas que puedan imaginar, pero siempre éramos las buenas: mis amigas y yo.

Tanta fue la emoción al regresar de tiempos al añorado lugar, que la votación se convirtió que un deseo de palabra, pues al llegar las 11 de la mañana y cuando papá llamó para ir al centro de votación, una sonrisa llenó mi rostro: había olvidado mi DNI. Una multa que luego me costó pagar, fue mi castigo. Mi gran premio una velada feliz con mi familia y amigos de infancia.

Eso pasó hace años. En esta oportunidad ni las ganas, pudieron contra las responsabilidades pasadas, exrañé y quise viajar, pero los deberes son primero. El otro años, quizá  pase lo mismo, el siguiente tal vez, cambie de domicilio o continúe pagando los 36 soles que me corresponden.

Lo único cierto es que un deber no siempre es infelicidad. Sino el premio que alguién quizá busque: el descanso de la ciudad.

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